jueves, enero 11, 2007

Leyenda

La Princesa encantada del Palacio de las Veletas

Cáceres era una gran fortaleza árabe. Los árabes habían hecho su plaza fuerte, llamándola, precisamente por eso Cazires. Muchos fueron los intentos de reconquista, pero todos fueron inútiles hasta el reinado de Alfonso IX. Aún para este monarca la empresa se convertía casi en imposible. Hubiera sucedido lo mismo que en otros intentos a no mediar la ayuda de una dama cuyo nombre se ha perdido para siempre. Para todos era, sencillamente, la Princesa.
Gobernaba la villa un Kaid soberbio y arrogante, que apoyada su poderío en las singulares defensas que le rodeaban. Estaba la villa formada por diversos alcázares y mansiones de caudillos o caciques agarenos. Se comunicaban entre sí por galerías subterráneas. Varias de ellas tenían salidas ocultas fuera de las murallas. Entre ellos había una famosa galería llamada Mansaborá, la cual avanzaba tortuosa, soterrada, obstruida y va a dar , después de describir un ángulo recto a la ronda de las huertas. No son pocos los que por esa zona han sentido el espíritu de la mora por encima de las murallas, convertida en gallina con polluelos de oro. ¿Qué había hecho esta mujer para ser castigada de aquella manera?. Nada, simplemente ser bella, ser mujer y ser enamorada.


Alfonso IX de León se había empeñado en extender la Reconquista a las tierras que se decía de nadie. Había que borrar el recuerdo del primer fracaso. Para conseguirlo llamó a sus mejores capitanes. Quería convencer al Kaid de los Alcázares de que el empeño era definitivo. Destacó una embajada que pidió ser recibida por el señor Alkaide de la fortaleza. La presidía un notable, aguerrido y apuesto capitán. Cuando llegó al palacio pudo contemplar a la bella agarena, la hija única, y por eso más querida del Kaid. Fue bastante un encuentro, sin mediar palabras, para que el capitán, ante el fracaso de la rendición del padre, se compensara con el enamoramiento de la hija. Cuando cruzaba la sala y se despedía, una dama obsequió al capitán leonés con un pañuelo, recuerdo de su visita. En aquellos tiempos era una contraseña bastante socorrida. Cuál no sería su sorpresa, cuando al llegar a su tienda encontró dentro del pañuelo una misiva que decía: "Acude todas las noches a la calleja de Mansa Alborada, y una dama te acompañará hasta mi presencia". El capitán pensó siempre en una trampa, pero el corazón le hablaba de un amor que podía ser el comienzo de un sueño de ventura. Y fue. Cuando menos lo esperaba, entre la maleza, una gentil aya moruna le invitó al aposento de su señora. Qué sorpresa, después de recorrer la galería pudo contemplar la belleza singular de la mujer que le había cautivado. Los encuentros se repitieron, y el mancebo cristiano subía todas las noches a satisfacer la sed de amor de la agarena.


Pasaban los días y el cerco seguía en el mismo estado. El enamorado doncel, valiéndose del ascendiente que había logrado sobre el corazón de su enamorada princesa, obtuvo las llaves de la entrada a la galería. Había jurado insistentemente que sólo las utilizaría para sus visitas de amante. Y así fue en sus propósitos iniciales. Pero en aquellos momentos de asedio inútil pesaban demasiado sus responsabilidades de capitán y caballero. Pensó incluso que si lograban tomar la ciudad y él se significaba por su especial aportación le sería más fácil atraerse la recompensa de su Rey, y con ella sacralizar los amores, que por ocultos, tanto le venían agobiando.


El animoso capitán logró que se aprobara su plan: las mesnadas alfonsinas simularían un ataque a las murallas por los lados opuestos de la población. Él seguido de un grupo de peones, se presentaría en los salones del alcázar, sembrando el terror y el desconcierto. Las cosas resultaron demasiado fáciles. El Kaid descubrió la causa de su derrota. Indignado por la responsabilidad de su hija fulminó contra ella y sus valedores un anatema más tremendo que la muerte misma: La lanzó con su aya y con sus damas al subterráneo que iba a dar a la calleja de Mansa Alborada, donde en castigo de su traición permanecerían hasta que los hijos del Profeta volviesen a reconquistar la plaza perdida por su culpa. Para que nadie pueda rescatarlas, la entrada y salida de la galería desaparecieron a la vista de los simples mortales.


Y allí permanece la encantada y a la vez maldita princesa enamorada, acompañada de su aya fiel y sus doncellas jóvenes, por el conjuro poderoso del Kaid, convertidas sus quejas en piar de gallinas y polluelas, no tienen otro rato de expansión que el que a casi todos los seres encantados depara la noche de San Juan: Salen entonces a dar una vuelta por los contornos y lanzan hondos suspiros, plañideros píos, esperando el día de su desencanto.


FUENTES: Miguel Muñoz de San Pedro, Conde de Canilleros, "Extremadura la tierra donde nacían los dioses"


Leyenda de la Casa del Mono

Cuentan que en la ciudad de Cáceres vivía un rico y próspero comerciante con su esposa y que, por mucho que lo intentaban, el Señor no bendecía su hogar con la presencia de un niño. Sus esperanzas de tener descendencia se veían mermadas día tras día. Sin embargo, el trabajo del esposo le mantenía a menudo alejado del hogar, viajando siempre hacia tierras lejanas. Y, un día cualquiera, el buen hombre trajo a casa una criatura del tamaño de un niño pequeño, poco más que un bebé, pero mucho, mucho más peludo y de una, no precisamente abrumadora, inteligencia: era un pequeño mono.La pareja en seguida acogió al primate en el hogar, tratándole como hubiesen hecho con su propio hijo: tenía cuarto, juguetes, e incluso era amamantado, como si de un recién nacido se tratase. Eran bastante felices, ahora que la pareja había pasado a ser una auténtica familia... un tanto peculiar, eso sí.Y ocurrió que, como tantas otras veces, el comerciante hubo de partir para continuar con su periódico quehacer. Mientras él se hallaba fuera, por allí cerca pasó un gentilhombre, un caballero apuesto y atractivo donde los haya, en busca de cobijo y cama donde pasar la noche. Y la noble señora, siempre atenta y amable ella, ofreció el calor de su hogar al buen caballero, disponiendo para él un cómodo lecho en que reposar por una noche. El caballero partió sin demora, ocupado como estaba en proseguir con su labor y, no muchos días después, el esposo comerciante regresó.En cuanto hubo el hombre entrado en casa, su esposa le acogió con una grata y esperada sorpresa, pues, ¡oh, milagro!, había quedado encinta por obra del Señor (diríase que del señor, más bien...). Al cabo de los nueve meses tradicionales, nació la criaturita, aunque el comerciante, no dudando ni por un momento de su fiel y cariñosa esposa, no dio importancia alguna al hecho de que no se pareciese demasiado a él; sino que lo acogió como el hijo primogénito que era.El pobre mono, a quien todo esto ni le iba ni le venía, quedó relegado a un segundo plano, retirándole, por supuesto, cuantas atenciones se le hubieron ofrecido. Celoso por su “hermano menor” y sintiéndose desplazado y apartado de su “familia” como un príncipe destronado, agarró al pequeño y lo lanzó fuera de la ventana, desparramándose al instante su masa gris por toda la calle. Se desconoce lo que sucedió después con la pareja, aunque con respecto a la suerte corrida por el animal no es necesario (ni agradable) entrar en detalles...

Otra versión de la leyenda

La Casa de los Pizarro-Espadero, llamada Casa del Mono. En la popular Cuesta de la Aldana se encuentra esta casa, actual sede de la Biblioteca Zamora Vicente, que toma el nombre del singular simio encadenado que remata el pasamanos de su escalinata y da acceso al recoleto patio que ilumina su interior. Cuenta la leyenda que este mono fue la causa de un singular rapto; al parecer, habitaban esta casa un anciano comerciante y su joven esposa al a que regaló tan exótico animal para su entretenimiento. El monito juguetón, sin embargo, se sintió desplazado al nacer el primer descendiente del matrimonio, fruto de las relaciones entre la dama y un criado, al que raptó por celos. Además, según la misma copla popular, las tres gárgolas que se encuentran bajo el alero de la fachada principal representarían a los protagonistas de la fábula: la mujer doliente que grita su pena, el barbudo y anciano marido y el joven criado. El elegante escudo nobiliario labrado sobre la portada y flanqueado por leones rampantes aúna los apellidos Cáceres, de los Nidos, Andrade y Pizarros.
Una tercera leyenda
Un noble que hizo las américas volvió con un simio a Cáceres al cual dejó con su esposa encerrado en esta casa y volvió a marchar al nuevo mundo. Nadie entraba en la casa, y pasado un tiempo aquelló empezó a oler bastante mal, literalmente hablando. Al forzar la puerta se decubrió que el mono, en un ataqué de rabia, había matado a todos los habitantes y tras ello había muerto; de ahí le viene el nombre

http://es.geocities.com/maltravieso/leyenda.htm (En esta página puedes encontrar la leyenda de la princesa del palao de las veletas)

http://es.geocities.com/maltravieso/leyenda2.htm (En esta página podrás leer la leyenda de la casa del mono.


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